TEtl profesor, harto de los desplantes, las malas contestaciones y la desconsideración de un alumno, tiene la ocurrencia de decirle: "Vete a la porra". Ni siquiera considera necesario enviarle a hacer puñetas, recomendarle un viaje a la mierda o mandarle a tomar por el culo, que suelen ser los lugares a los que los alumnos envían a sus profesores. Para el chiquillo, que solamente aspira a ir a Cancún o Marina D´Or, la porra debe ser un lugar ominoso y no tarda en comunicárselo a sus padres. Estos, tan duchos en el lenguaje como su hijo, que no habían estimado conveniente acudir al centro para preguntar por las causas de sus malas calificaciones, de las faltas de asistencia injustificadas y de las amonestaciones por mal comportamiento, que nunca consideraron imprescindible exigirle más esfuerzo y buen comportamiento, lo ven como una gran afrenta y se presentan en el centro a protestar. Porque, en casa naturalmente, la criaturita nunca falta al respeto, siempre obedece, nunca insulta, jamás desprecia.

Cuando un adolescente relata, a su gusto, una conducta del profesorado es consciente de que en la sociedad sus palabras son sagradas y existe una predisposición hacia los docentes que los hace sospechosos siempre y por lo tanto espera que le ajusten las cuentas. Nadie piensa en una venganza, en una manera de justificar su fracaso o en una manipulación.

La piel de los adolescentes no es que sea fina, pues insultos mayores reciben y dedican diariamente sin que reclamen la ayuda de los padres. Es que solamente se eriza ante las palabras de los docentes. ¿Quién les ha dotado de tal piel? ¿Cómo es posible que unos padres se indignen porque se envía a su hijo a la porra y no por la situación de la enseñanza que no recibe ?

*Profesor