El conjunto de decisiones adoptadas ayer en el encuentro celebrado en París deben serenar los ánimos en los mercados internacional tanto por el calado como por la duración de las mismas, hasta el 31 de diciembre del año próximo.

Los jefes de Estado y de Gobierno de la eurozona, acompañados por el primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, han optado por imitar la fórmula puesta en marcha por Washington y Londres, que abre las puertas a una nacionalización parcial de la banca, según la situación y necesidades de cada país.

Y, al mismo tiempo, convierte al Estado en garante de los préstamos entre entidades financieras con el objetivo de descongelar el flujo crediticio, una de las causas de la asfixia de muchos bancos, la parálisis de las empresas y la debilidad de las economías familiares. Después de que la garantía generalizada de los depósitos bancarios fuera acogida en las bolsas con bajadas históricas, el tratamiento de choque era impostergable.

No se trata de un plan de acción conjunto, pero es bastante más que una declaración de intenciones para restaurar lentamente la confianza en el sistema financiero.

Después de la reunión del G-7 en Washington del sábado pasado, donde se escucharon muchas palabras --un plan de cinco puntos--, pero donde hubo pocas decisiones concretas, el compromiso europeo llena parte del vacío y abunda en las recomendaciones hechas por el Fondo Monetario Internacional (FMI): inyectar liquidez y ayudar a las entidades de crédito en dificultades a superar las consecuencias de la crisis económica de las últimas semanas, dado el bloqueo en el que se encuentra el mercado de crédito.

Pero es preciso que el conjunto de medidas que se anuncia que adoptarán Francia, Alemania, el Reino Unido y otros países a partir de hoy mismo, todas ellas de naturaleza similar, estén coordinadas y desvanezcan la sensación de que alguien, imprudentemente y sin ninguna razón, ha gritado sálvese quien pueda.

El momento es excepcional y las decisiones adoptadas son asimismo excepcionales. Pero no es posible dejar de observar que entre las muchas sorpresas que se están produciendo durante los últimos días, empezando por las nacionalizaciones bancarias, no es la menos importante la paradoja de que sea la única gran potencia europea ajena al euro --el Reino Unido-- la que inspire el compromiso de París por encima de la gesticulación infructuosa del eje franco-alemán.

Depende de la profundidad, la duración y el desenlace de la crisis que las decisiones tomadas por el eurogrupo deriven en un cambio en el sistema de equilibrios internos de la Unión Europea.