TEtn cierta ocasión, antes de la guerra de Irak pero después de los atentados del 11 de septiembre, escuché a Manuel Marín , que además de presidir el Congreso de los Diputados es un experto en materia de política exterior, que George Bush , se proponía israelizar la política exterior de los Estados Unidos. Marín fue premonitorio al incluir en su análisis el propósito norteamericano de mimetizar las prácticas que ya venía desarrollando Ariel Sharon contra el terrorismo palestino. El denominador común habría de ser el desprecio a la legalidad internacional, expresado en el incumplimiento de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU (casos flagrantes como el de la 242 en el caso de Israel) o la impugnación de la propia existencia de dicha organización internacional (en el caso de EEUU). Efectivamente, desde entonces la famosa doctrina de la guerra preventiva y sus tesis sobre la seguridad nacional del equipo de Bush acabaron siendo la cobertura de lo que, a mi juicio, es terrorismo de Estado. A saber: asesinatos selectivos, detenciones ilegales, prisiones extrajurisdiccionales, torturas y otras violaciones de los derechos humanos que los telediarios nos han venido sirviendo desde el 11 de septiembre de 2001.

Al cumplirse el tercer aniversario de la guerra inmoral, ilegal e injusta desencadenada por EEUU contra Irak, Bush ha vuelto a tomar la palabra para explicar su política de seguridad. Entre otras cosas, ratifica, se ratifica, en la guerra preventiva, que consiste en atacar por si acaso y sin reparar en medios. No sólo en nombre de la seguridad nacional, la propia, sino como un compromiso derivado del papel norteamericano de promotor de las libertades allí donde no llega la mano de Dios.

Una forma de comunicarse con ese otro mundo expuesto a caer bajo el yugo de fanáticos dictadores como Sadam Hussein, El Assad, Ahmadinejad y otros jefes de Estados gamberros . Otra forma de comunicarse es la llamada Operación Enjambre , que está estos días en los periódicos. Una ofensiva militar para entrar a sangre y fuego sobre los nichos sunitas de la insurgencia iraquí. Medio centenar de bombarderos, 1.500 soldados y 200 vehículos de apoyo para acabar con todo lo que se mueve en la provincia suní de Salaheddin.

Lo último de esta operación lo supe ayer por un iraquí de mediana edad que desde la pantalla de televisión, a nuestra hora de comer, ante el cadáver de un niño de siete años destrozado entre las ruinas de una casa de Samarra, nos hizo una pregunta sin dejar de mirarnos a los ojos: "Creen ustedes que este niño era un terrorista?".

*Periodista