Después de las operaciones policiales realizadas esta semana en el Reino Unido e Italia contra activistas islámicos supuestamente vinculados con la red Al Qaeda, distintos puntos de Cataluña han sido también escenario de la detención de 16 personas, que podrían formar dos células clandestinas.

El terrorismo islámico, como se vio el 11-S, plantea unos desafíos de una magnitud y un alcance insospechados, a los que no es ajena su complejidad organizativa. Por ello, hacer frente a estos retos resulta una tarea harto difícil. Todas las operaciones policiales realizadas desde aquella fatídica fecha contra la red Al Qaeda o grupos vinculados, y no sólo en España sino también en diversos países europeos, acaban por tener un resultado bien escaso, con buena parte de los detenidos puestos en libertad por falta de pruebas. De los pocos que han sido procesados, ninguno ha sido aún condenado.

Celebraríamos que la operación Lago sirviera para prevenir atentados terroristas y permitiera desarticular realmente una organización violenta. Lamentaríamos que acabara como han terminado otras redadas en el pasado. Por ello cualquier triunfalismo resulta fuera de lugar.