La compra de un chalé de lujo de 2000 metros por Pablo Iglesias tiene distintas facetas y, por tanto, juicios. Predomina, como es lógico, el político, de imagen. No cabe nada más contrario a quien presumía de vivir en 60 metros en Vallecas y criticaba a quienes vivían lejos de Madrid y el pueblo o compraban un ático por un precio parecido a su chalé, 670.000€. Así algunos comparar su pérdida de credibilidad a la de Felipe González al usar el yate de Franco o, entre los cristianos, el del cardenal Rouco al apropiarse de un millonario ático, echando a los clérigos que vivían ya en él.

Ligado al aspecto económico, a su sorprendente precio y favorable hipoteca, no menos grave es que le haya financiado la Caja de Ingenieros de Cataluña, cooperativa ligada al independentismo catalán, que recuerdan a las 30 monedas por las que Judas vendió a Jesús. La incomprensible y, para Podemos, devastadora actitud de quien dice que quiere gobernar España pero apoya su partición, así como sus increíbles bandazos ideológicos --de comunista a socialdemócrata y viceversa--, dan incluso pie a quienes sospechan que, chantajeado como Trump por enemigos externos a su grupo, Iglesias esté manipulado para impedir que gobierne la izquierda en este país, como con esos y muchos gestos, ya ha conseguido en varias ocasiones.