Cada confrontación entre Barça y Madrid se acaba convirtiendo, quizá de manera exagerada, en el partido del siglo, pero el clásico que se disputará mañana en el Camp Nou reúne todas las condiciones para reclamar con justicia un título tan rimbombante. Se concentran en el duelo múltiples factores que lo convierten en un evento único, en un espectáculo inigualable. Bastan dos datos: entre los dos equipos suman 17 jugadores seleccionados por la FIFA para completar el mejor once del año y entre los dos suman 12 jugadores que hicieron a España campeona del mundo en Suráfrica. La acumulación de figuras futbolísticas parece presagiar un enfrentamiento de alto nivel deportivo, muy probablemente el mejor que hoy puede darse en el mundo del fútbol. Por ello, el clásico, ya de por sí interesante, genera esta vez una expectación mayor si cabe. Sin embargo, el hecho de que se celebre en día laborable y en un horario adecuado para Europa pero imposible para Asia, esa zona del mundo superpoblada (más de 2.000 millones de personas solo en China e India) y que siente un creciente interés por el fútbol, va a restar una cobertura que supone una gran ocasión desaprovechada. Y no solo para el fútbol, sino para la imagen de España. Si nuestro país ha conseguido situarse, y con todos los honores, en el planeta del fútbol merced al Mundial, que se haya despreciado un Barcelona-Madrid con las mejores expectativas de los últimos tiempos es una decisión de la que deberían dar cuenta la Federación y la Liga de Fútbol Profesional. El fútbol ya no es solo fútbol: es riqueza, es un factor estratégico en la imagen de un país. Y con estas cosas no debería jugarse.