Viajas de Cáceres a Madrid en un tren traqueteante y obsoleto, temiendo que se detenga en cualquier momento a voluntad mecánica, por una avería de la vieja máquina. Te preguntas cuándo llegará el día que Extremadura tenga un tren decente. Un Alvia al menos, que alcanza 250 Km/h. Del AVE ya hablaremos.

Enciendes tu radio y te colocas los auriculares. Hablan del conflicto independentista Catalán. Dejas de pensar en ese moderno tren que en un futuro cruce Extremadura y comienzas a preguntarte cómo terminará ese enconado asunto Catalán.

Te viene a la mente la policía nacional y la guardia civil -para los independentistas que no conocieron los palos de los grises franquistas, “fuerzas de ocupación y represión”, qué risa te dan cuando los oyes- intentando impedir la votación por la vía de la fuerza. Forcejeos, cargas y agresiones. Crees que lo más sensato hubiera sido dejar que los ciudadanos votaran ese referéndum ilegal y posteriormente invalidar sus ilegítimos resultados.

Recuerdas a un padre con su hijo de cuatro o cinco años subido a sus hombros en medio de una trifulca, mientras un “miembro de las fuerzas de ocupación y represión” intentaba convencerle para que no expusiese a su hijo al peligro. Piensas en el adoctrinamiento de los escolares por parte de sus padres independentistas. En el acoso de los profesores a algunos niños por no ser hijos de separatistas. Recuerdas a un reportero de televisión increpado y abucheado por no retransmitir a gusto de los independentistas. A otro reportero preguntando a algunos separatistas por qué quieren que Cataluña se independice de España. Y recibir repuestas como: España nos roba; quiero un país propio y más democrático, que gestione mis impuestos. Una chica veinteañera contesta que desea un país al que no vuelva un Franco ni nada parecido -el ejemplo más inaudito de adoctrinamiento-. Una mujer de mediana edad responde que están hartos vivir en una Cataluña oprimida por el Estado Español.

Esta última respuesta provoca que te embargue un repentino sentimiento de culpabilidad. Pero hombre de Dios, estando la oprimida Cataluña tan convulsa, y tú pidiendo egoístamente un tren moderno para Extremadura.