WLwa Junta de Extremadura ha hecho un gran esfuerzo para informatizar los institutos de la región. Esta política le ha reportado una imagen de administración educativa tecnológicamente avanzada. No hay otra autonomía que haya instalado en las aulas un arsenal informático --un ordenador por cada dos alumnos-- como el que tienen a su disposición los estudiantes extremeños. Sin embargo, los resultados de esta política no parecen estar a la altura del empeño si se observan las conclusiones del estudio con 275 encuestas en 123 centros de Secundaria hecho por los profesores José Antonio Palacios, Agustín Carrasco y Alfonso Domínguez , y publicado el domingo pasado.

De los variados resultados de ese estudio sobresale la escasísima utilización de los ordenadores: casi un 40% de profesores admite no usarlos, y los que sí los usan no lo hacen, por término medio, más de dos horas a la semana. La impresión entre los alumnos coincide en que el peso didáctico de los ordenadores no supera lo testimonial.

La revolución informática en la educación extremeña no debe ser eso: no se puede limitar a que los ordenadores sean vehículo de aprendizaje sólo muy de vez en cuando, porque el esfuerzo económico hecho por la sociedad extremeña sería, en buena parte, desperdiciado.

Seguramente la Junta se ha adentrado por el camino correcto: la alfabetización tecnológica es una necesidad y una base imprescindible en el mundo actual, pero algunos datos del citado estudio, y no sólo los que revelan la poca utilización de los ordenadores, llevan a concluir que el esfuerzo se ha quedado a mitad de ese camino y se ha concentrado en lo llamativo en lugar de en lo efectivo: no basta con diseminar terminales por las aulas, después hay que preparar a los profesores, que son la figura clave en esta iniciativa, para que aprendan a considerarlos una herramienta imprescindible en su trabajo. Pues bien, los profesores, mayoritariamente, critican la formación recibida (un 56% la tildan de mala). Al mismo tiempo, hay que configurar los ordenadores de modo que sirvan para el fin para el que se los ha adquirido, y las respuestas de los profesores a la pregunta de qué problemas ha encontrado a la hora de usarlos, no dejan lugar a dudas, puesto que la mitad dicen que falta software educativo o que los recursos no están adaptados al sistema operativo Linex, del que están dotados. Y ello sin tener en cuenta que la mayoría afirma también que "el sistema no funciona".

Y, sin embargo, "el sistema" sí puede funcionar, como lo muestra el director y coordinador tecnológico del Instituto de Santa Amalia, Pedro Díaz , un defensor del modelo porque lo ve con grandes posibilidades educativas. El problema es que Díaz es una excepción y la revolución informática de la que la Junta ha hecho bandera no puede estar sostenida en el esfuerzo individual de profesores comprometidos. No se pueden instalar miles de ordenadores y luego no establecer el modo de que se le saque el máximo rendimiento, acorde con lo que cuestan.