Han sido unas elecciones raras, casi como todo últimamente. Con la fórmula electoral que se aplica en España, el sistema d'Hondt, que pocos entienden, los beneficiados suelen ser los grandes partidos, pero ahora todo es más confuso. Ha habido pocas mayorías absolutas, y en casi todas las comunidades y en muchos ayuntamientos habrá que recurrir a pactos para permitir un gobierno estable que no se desintegre a la primera de cambio. Habrá sitios donde no gobierne la lista más votada, con lo que a la mayoría se le quedará cara de bobo, Y habrá otros en que la lista más votada tendrá que pactar con partidos que sus electores no habrían elegido nunca. O pensarán que si hubieran querido que salieran, ya habrían escogido la papeleta con su nombre, y no entenderán que al lado de los suyos gobierne alguien que es nuestro. Al final, todo se reduce a unos pocos posesivos. Lo mío, lo tuyo, lo vuestro. Además, muchas siglas no han conseguido representación. Unas por lo que ofrecían, otras, por los delirios de quienes iban pregonándolas por los pueblos. También hay partidos que han obtenido una representación mínima después de tantos años trabajando. Y otros que se han subido al descontento general para convertirlo en su bandera. E incluso quien se presentaba ya con la idea de actuar como bisagra. Un lío, vamos. Y aquí estamos los electores sin saber muy bien cómo sentirnos. Han ganado los nuestros, dicen muchos, pero se unirán a los tuyos. O han perdido los míos, pero votarán con los de aquel para permitir que gobiernen los de siempre. Y han desaparecido los vuestros. Una lástima. Cuánta orfandad para tanto posesivo.