La gala de los Oscar se movió entre el disfrute del cine como un arte y como una herramienta reivindicativa. Escasas sorpresas deparó el palmarés con el triunfo de La forma del agua, del mexicano Guillermo del Toro, premiada con la mejor película y dirección. Tampoco lo fue que Gary Oldman ganara el de mejor actor por su encarnación de Winston Churchill en El instante más oscuro o que Frances McDormand se impusiera como actriz protagonista por Tres anuncios en las afueras. El listado de ganadores refleja también una saludable diversidad de géneros, empezando por el premio mayor para un filme de cine fantástico, algo poco o nada habitual entre las decisiones habitualmente conservadoras de los académicos. Más allá del palmarés, la gala de la meca del cine no pudo obviar unos tiempos de agitadas reivindicaciones sociales, empezando por el #MeToo que ha sacudido a la industria de Hollywood. Fue un canto a la igualdad de género, raza u origen con ejemplos constantes a lo largo de la noche. Así, Del Toro reivindicó su condición de «inmigrante», McDormand puso en pie a todas las nominadas en favor de la igualdad y el propio premio a la mejor película de habla no inglesa (la chilena Una mujer fantástica) cuenta con una protagonista trangénero, Daniela Vega. Solo cabe esperar que esta apuesta por la igualdad y la diversidad cale y no sea solo oportunista y efímero.