WEwl discutido historial de los Oscar ha avalado el tópico de que los premios de la Academia suelen recompensar películas amables, comerciales y escasamente comprometidas. Sobran los ejemplos. Sin embargo, es de justicia reconocer que este año Hollywood ha asumido el riesgo de elegir como mejores películas del año dos historias de una incuestionable complejidad moral. Ambas, Million dollar baby, de Clint Eastwood, y la española Mar adentro, de Alejandro Amenábar, hablan, desde perspectivas bien distintas pero con indiscutible solvencia técnica, sobre la pérdida, el dolor y la muerte, y ambas ponen sobre la mesa el incómodo debate de la eutanasia como dramática opción final.

Esa apuesta de la Academia por un cine adulto y hondo, cada vez más alejado de los productos que facturan los grandes estudios para llenar las salas cinematográficas, se ha visto refrendada por los premios otorgados a los guionistas Charlie Kaufman y Alexander Payne, dos de los escritores más brillantes, ingeniosos y audaces del Hollywood actual. Y tampoco hay que desdeñar la presencia cada vez más habitual de actores negros en el palmarés, una buena noticia que rompe un largo periodo de olvido y discriminación.