Profesor

Clara está más guapa. Y cada día me hace menos caso. Creo que su belleza y el hacerme caso van en proporción inversa. Hace unos días he dado por perdida la batalla, pues me he enterado que duerme acompañada de un osito de peluche y con un osito de peluche es imposible competir.

Las relaciones de las mujeres con los ositos de peluche deben tener un significado muy profundo y supongo que habrán sido objeto de tesis doctorales en las facultades de Psicología con distintos resultados, según sea la doctrina que se siga, pues ya se sabe que no es lo mismo seguir a Lacán, a Freud o a mi amigo Juan Antonio.

A las pocas horas de su nacimiento se las ve acompañadas de uno o varios ositos a los que se abrazan con tanta fuerza que parecen su prolongación.

No sabemos si se trata de un precoz aprendizaje, del desarrollo del instinto maternal, de la necesidad de compañía o de un capricho infantil, pero el caso es que no duermen sin el dichoso peluche, no comen si no están presente y no comienzan a andar si no lo solicita su amigo del alma. Como consecuencia, el osito debe formar parte del equipaje en todos los viajes familiares y trasladarse a casa de los abuelitos las noches en las que los papás salen a jugar al bingo o con los amigos.

Durante unos años parecen olvidarse del animalito, pero la adolescencia las encuentra asida al mismo, si no fue a parar al cubo de la basura, o a otro osito regalo de algún familiar o amigo. Quizás añoren otra compañía, se entrenen para el futuro inmediato o le hagan confidente de sus cuitas. Cuántos suspiros habrá escuchado. Cuántos achuchones, lágrimas y decepciones. Cuánto aprenderíamos de las mujeres si los ositos pudieran escribir su autobiografía.

Tanto trato con el muñeco desarrolla en algunas una segunda naturaleza que las impulsa a trasladar su querencia a los hombres. Acostumbradas a utilizarlos en los momentos de desasosiego, tristeza, soledad o las tres cosas juntas, pretenden sustituirlos por un hombre, lo menos parecido posible a un oso por cierto, hacia quien desarrollan la misma conducta y ello provoca distintas reacciones en los hombres, tan complicados y a la vez tan simples para todo.

Unos ni se enteran de la manipulación, propensos como son a ello, otros intentan sustituir al plantígrado, tarea en la que fracasan; no faltan quienes tratan de seguir el juego para sacar un sustancial provecho de la situación e incluso algunos reaccionan con piedad ante tal situación y con total inconsciencia, pero caritativamente pretenden sacarlas de ella. Qué diremos de los expeditivos: "Os vais el osito y tú a tomar...".

Y no es que algunos hombres merezcan mejor trato, pues si la esposa olvidó al osito, desea tratar a su pareja como a un ser racional y pretende dialogar: "¿Qué dice el periódico?", se encuentra con la única respuesta para la que está preparado: "Que Ronaldo ha marcado tres goles".