Ha salido de la cárcel, después de cumplir una pena de quince meses por enaltecimiento del terrorismo, y ha vuelto a reivindicar el diálogo y la negociación con la banda terrorista sin atreverse a pedirle públicamente a ETA que abandone la violencia para siempre. No ha aprendido nada o quizá simplemente la prisión no le ha servido para reunir el coraje suficiente para asumir un verdadero liderazgo para la paz.

La historia de ETA es la de su encadenamiento a la violencia. Todos y cada uno de los líderes abertzales que han intentado disuadir a los pistoleros para que abandonen la práctica del terrorismo han sido apartados del liderazgo porque la esencia misma de ETA se ha convertido en el uso de la violencia, cambiando los procedimientos por los fines.

Después del atentado de la T-4 el problema fundamental de ETA es que ya no tiene ninguna credibilidad. Cualquier oferta de negociación que quisiera hacer en el futuro no podría ser aceptada por un Gobierno de España porque no es confiable que ante cualquier escollo en el diálogo se atenga a las reglas de juego de quien ha prometido abandonar el terrorismo. Por otra parte, el Estado de Derecho es hoy más fuerte que nunca en España y nadie puede poner en cuestión que ETA es una historia acabada a la que sólo le falta poner la fecha de caducidad.

Todavía podría Arnaldo Otegui tener futuro político pero sólo con la condición de encabezar un movimiento por la paz que exigiera a la organización terrorista el final inmediato e incondicional del ejercicio de la violencia. Si Arnaldo Otegui sigue con la cantinela de promover una negociación para solucionar un contencioso político que no existe, será arrojado a la misma sima en donde están políticos como Txema Montero , Iñaki Esnaola o Tazio Erkizia .

El final de ETA va a ser dramático para sus dirigentes. El cansancio de la muerte está llegando incluso a muchos dirigentes históricos, a exiliados que quieren volver a casa y a presos que ya no le encuentran ningún sentido a su encierro. Sólo tiene que pasar el tiempo para que ETA se disuelva en su propia ignominia. Es una pena que Arnaldo Otegui no se haya dado cuenta de sus propias circunstancias de cobardía.