La propuesta que ha hecho el dirigente de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, en nombre de Batasuna, además de demostrar el empeño de la izquierda aberzale por mantener abierto el proceso cerrado por el atentado del pasado 30 de diciembre, contiene elementos novedosos para los habituales en esa formación.

Otegi ofertó un discurso distinto al de los últimos años. Y lo basó en eun proyecto en el que la limitación de la territorialidad al ámbito español, la institucionalización de una comunidad integrada por Euskadi y Navarra, la definición de tal comunidad "en términos de autonomía", la aceptación de la permanencia de esa nueva entidad "dentro del Estado" y el respeto a la voluntad de los ciudadanos tanto vascos como navarros definen una propuesta que, en principio, podría llegar a encajar en el conjunto de normas formado por la disposición transitoria cuarta de la Constitución, el artículo segundo del Estatuto de Gernika y la Ley de Amejoramiento del Fuero de Navarra, que establecen los mecanismos de cooperación entre ambas autonomías.

Es probable, además, que la propuesta de Otegi no haya caído del cielo, sino que recoja muchos de los contenidos que se pusieron sobre la mesa en las conversaciones que mantuvieron, en el período del alto el fuego, el Partido Nacionalista Vasco, el Partido Socialista de Euskadi y la propia Batasuna. Hecha por un partido normal, sería legítima y podría ser tomada en consideración. Y esa situación ha llevado a los socialistas a valorar la propuesta desde la cautela, y a los populares desde la crítica y total desconfianza a todo aquello que pueda venis de la izquierda abertzale.

Ocurre, sin embargo, que al haber sido hecha por una formación política como Batasuna, la propuesta choca con tres obstáculos que están relacionados entre sí y que, hoy por hoy, en principio resultan insalvables. El primero es el de la credibilidad. En estos momentos, la palabra de Batasuna, tal y como fue empeñada en la Declaración de Anoeta de 14 de noviembre del 2004, quedó desautorizada por ETA, y no hay razón para pensar que la de ahora no vaya a enfrentarse al mismo destino.

El segundo de estos principios es el de la legalidad: la izquierda aberzale habla hoy desde el ámbito extrainstitucional, y sus propuestas no tienen más valor que las de cualquier colectivo ciudadano sin representación en las instituciones democráticas.

Y el tercero, y más importante, el de la vinculación con la violencia. Batasuna no puede esperar que se abra un debate político sobre su propuesta, mientras no se desligue de la violencia de la banda terrorista ETA o bien esta no renuncie definitivamente a su recurso.

Ahora, está en manos de la propia Batasuna remover estos tres obstáculos que se plantean. Hasta que lo haga, su propuesta solo puede verse como un intento más de enredar a los demás para transferirles las responsabilidades que ella no asume.