WEwl portavoz de la disuelta Batasuna, Arnaldo Otegi, está provisionalmente en prisión después de que la policía y la fiscalía aportasen varios documentos comprometedores sobre su estrecha relación con la estructura dirigente de ETA. La dinámica propia del funcionamiento de la justicia ha alterado --como lo ha hecho también el último atentado terrorista-- el ritmo del proceso de diálogo que se pretende abrir. En un marco democrático, no es tarea del Ejecutivo decidir, en función de la oportunidad, quién va y quién no va a la cárcel.

El gesto que se espera de ETA, la renuncia a la violencia como paso previo a cualquier diálogo, es ahora un poco más difícil. Pero también más urgente. Es posible que el Gobierno no se sienta hoy feliz con la detención de Otegi, que apuesta por una negociación. Sin embargo, en este asunto Rodríguez Zapatero tiene que aceptar las reglas de juego y, por su parte, ETA y Otegi, la situación global creada. Y estos últimos deben entender que, más allá de las estrictas reglas de juego, las bombas, aunque no causen víctimas mortales, favorecen más a quienes apuestan sólo por el palo que a los que creen que también se debe ayudar por otras vías a acelerar el final del conflicto vasco.