WEwl encarecimiento del petróleo y la inestabilidad extrema en Oriente Próximo han reactivado el debate acerca de la necesidad de construir nuevas centrales nucleares. Entre las ventajas del átomo que invocan sus partidarios --el último, George Bush-- se mencionan que proporciona energía a precios relativamente estables, minimiza la dependencia exterior y reduce el efecto invernadero.

Pero sus adversarios, seguramente mayoritarios en Europa, recuerdan que la energía nuclear dista de ser limpia y segura: la eliminación de los residuos no está resuelta y los riesgos de accidente son considerables.

Cabe añadir a estas objeciones que las nuevas centrales nucleares podrían solucionar las necesidades eléctricas, pero no tendrían ningún efecto sobre el consumo en el transporte. Y que, salvo excepciones, la rentabilidad de esas instalaciones lo es a muy largo plazo a causa de las cuantiosas inversiones que requieren. Sería más prudente empezar la casa por los cimientos y abordar seriamente cómo es posible contener el aumento imparable del consumo energético para que la sustitución de los combustibles fósiles por otras fuentes alternativas, cuando se haga, no implique disimular peligros innecesarios.