WEwl tema de Irak es como un pozo sin fondo del que afloran continuamente, como cerezas, testimonios sobre las trampas, mentiras y disimulos de Bush, Blair y Aznar. El último escándalo, la denuncia de que el servicio secreto británico espió al secretario general de la ONU, Kofi Annan, y transcribió las conversaciones confidenciales que tuvo cuando intentaba evitar el ataque bélico ilegal, confirma que el primer ministro británico es un asiduo enfermizo del todo vale .

La denuncia tiene credibilidad porque la formula una exministra suya. Blair, nerviosísimo ante la acusación y buen conocedor de lo peligroso que resulta ser cazado en una mentira, ha recurrido a un truco de dialéctica jesuítica: calla sobre si es verdad y se limita a decir que la confesión de su antigua colaboradora es "una gran irresponsabilidad". Colocar micrófonos ocultos a Annan es una violación de la carta de la ONU y agrede al papel arbitral mundial de esta organización. Blair debería pagar por ello y por las demás irregularidades que cometió para calentar a su país para que se lanzase a la guerra. Los líderes que actúan así no sólo desprestigian a las democracias, sino que inducen a que crezca un razonable desprecio hacia la clase política.