En general, volver a España, tras pasar unos días fuera de casa supone un reencuentro placentero. La cosa cambia en cuanto uno pone la radio o abre cualquier periódico. Todos sin excepción hablan de lo mismo y conceden abundante espacio, titulares y comentarios a lo dicho por una pareja de encapuchados de la banda terrorista ETA. Cosas así sólo pasan en España.

Desconocemos la identidad de los hablantes --es probable que la ignore hasta el director del periódico que publica la entrevista--, pero en todo el país resuenan los ecos de lo dicho por esta pareja de encapuchados. Desde los tiempos de aquel que se aparecía en Elsinoor, nunca hubo fantasmas con tanta capacidad mediática. Y ahí es donde, a mi modo de ver, se retrata con claridad uno de nuestros grandes problemas: haber permitido que la ETA ocupe el centro del escenario político. Es un error imputable al Gobierno pero del que también participa la oposición. Está claro que el señor Rodríguez Zapatero ha decidido arrastrar al PSOE a la aventura que supone mantener abiertos canales con los terroristas pese al crimen de Barajas y a las evidencias de que la banda aprovechó el alto el fuego permanente (¡que ironía!) para reorganizar el llamado comando Donosti .

Ya digo que me parece un error pero también creo que los dirigentes del PP con su política de al Gobierno, ni agua , han contribuido a exacerbar la tendencia de Zapatero a no prestar atención más que a sus propias palabras. "Socializar" a los terroristas --pese a que amenazan con matar a quienes se oponen a sus exigencias--, darles espacio en los medios, entrar en la exégesis de sus delirios, aceptar, en suma, que están haciendo política , es algo peor que un error. Es una mezcla de cinismo y cobardía. Falta de coraje envuelto en la tenebrosa clámide del progantismo político. Como le pasaba a Robert Graves , uno, a veces, siente la añoranza de otro país.