El Ejército de Estados Unidos ha tenido que reconocer que sus soldados han humillado y torturado a prisioneros iraquís en la más siniestra de las cárceles de Sadam, reconvertida en campo de detención propio. Al menos 17 militares, incluyendo una general, han sido relevados. El Pentágono intentó que no trascendiera, como con las imágenes de los ataúdes de sus caídos, hasta que se han filtrado unas fotografías hechas por varios carceleros. Todo ello recuerda a los crímenes de guerra contra una población hostil que alimentaron el sentimiento antibélico en la guerra de Vietnam.

Los ocupantes han tenido un año para ganarse la confianza de los iraquís. Las causas y los resultados del fracaso están a la vista. EEUU no puede ser recibido como mensajero de la democracia y los derechos humanos con estas credenciales. Es imposible que los iraquís se sientan liberados con este tipo de tratos, con prepotencias similares a las de Sharon y con un autogobierno títere. En todo caso, ahí está la semilla que genera venganzas en forma de matanzas en Occidente. La Administración de Bush se hunde así en una segunda parte de la guerra, más que en un proceso para acabar con el caos que ella misma creó.