Para qué cambiar un truco que ha servido ya a la perfección en otras ocasiones? Por incapacidad o por corrupción --suya y de las autoridades monetarias a las que pagamos-- un banco popular ha practicado durante años una política hoy calificada de «suicida», pero sólo para los ciudadanos que confiaron en él. El día que se queda literalmente sin un euro, con rapidez milagrosa, otro banco se lo engulle por un euro.

Y las autoridades se han esforzado en hacernos creer debemos agradecer su patriotismo a ese banco, porque así ese desastre, excepto a los que confiaron en el suicidado, no nos costará ni un euro.

¿A alguno no le suena demasiado esa cantinela? Ojo, porque ya han cantado la siguiente. No ha pasado una semana cuando el banco presuntamente salvador ha advertido que, con las prisas por ahorrarnos a todos el mal trago, no tuvo tiempo de calibrar algunas de las deudas que heredaba del otro.

Vamos, que el botín era demasiado pobre. Sólo falta, quizá ya lo estén haciendo mientras escribo estas líneas, que las autoridades acudan generosamente --con nuestro dinero-- a salvar al salvador. Confían, hasta ahora con razón, que todavía quede lo aguanten muchos ciudadanos, sordos por ignorancia, cobardía o distracción inducida por los deportes, telenovelas y otros sucesos que nos meten, literalmente, hasta en la sopa.