Secretario general de UGT en Extremadura

Las víctimas, las verdaderas y desgraciadas víctimas de esta guerra injusta están en las calles de Bagdad, en Basora, o en cualquier otra ciudad iraquí humillada, ofendida e invadida. Pero además de esas víctimas iraquís, otros muchos millones de personas también vamos a pagar las consecuencias de una política imperialista que creíamos trasnochada; entre otros, los trabajadores de todo el mundo. Y, lógicamente, los españoles también somos víctimas, aunque otros utilicen para ello un eufemismo tan vergonzante como el de los daños colaterales.

Nosotros, que tenemos entre nuestros principios fundamentales la paz y el antibelicismo, no podemos sino estar en contra de esta guerra inmoral, injusta, ilegal y antidemocrática en la que el Gobierno de España nos ha metido a pesar del rechazo de la inmensa mayoría de los españoles. Esta invasión de un país, apoyada en meras sospechas y en intereses no declarados, tiene numerosas y evidentes consecuencias que podríamos resumir en cuatro: éticas y de rechazo moral ante cualquier tipo de violencia que se está manifestando en las calles españolas; jurídicas en las que los tribunales nacionales e internacionales tendrán la última palabra; políticas que se dejarán sentir a través del mecanismo democrático establecido, es decir, las urnas y los votos; y económicas ante las que los sindicatos, como garantes de los derechos de los trabajadores, debemos hacer uso de los mecanismos que la Constitución nos permite, como es el caso de las movilizaciones ya realizadas y de la convocatoria de una huelga general.

El conflicto se produce en un momento en que no se ha afianzado la recuperación productiva en el conjunto de las economías occidentales, constituyendo un panorama de paz y estabilidad internacional la única garantía para el crecimiento de las mismas. Así, en el último informe del Banco de España de marzo de 2003 se asegura que la reactivación de la economía española está en duda por culpa de la crisis bélica, el encarecimiento del petróleo y la pérdida de confianza de los agentes.

La incertidumbre, el peor compañero de viaje de la economía, afecta sobremanera a todos los agentes económicos: el gasto de las empresas, las decisiones de inversión se congelan para tiempos mejores, las demandas interna y externa se retraen. Y por otro lado, hay que recordar que tenemos la inflación más alta de Europa, por lo que el encarecimiento del petróleo que ha provocado esta guerra y la depreciación del euro frente al dólar reducen de manera importante nuestra competitividad y, por tanto, nuestras exportaciones y el crecimiento económico. También puede suponer un retroceso en el consumo de los hogares españoles ya de por sí bastante desanimado, no en vano la demanda interna es el componente esencial en la actualidad de nuestro débil crecimiento económico.

Por su parte, la demanda exterior se ha deteriorado un 17% en el mes de enero y puede complicarse aún más dada la ruptura de la tradicional política exterior de España con nuestros socios europeos, mediterráneos y del Medio Oriente. Nuestro país puede perder cuota de mercado por el hecho de estar en el bando equivocado, por ser el aliado del imperio estadounidense que justifica el empleo de la fuerza ¿con qué legitimidad? La inquietud generada por la guerra está frenando la industria del turismo.

Esta guerra tendrá también efectos desastrosos sobre el empleo. El número de parados en el mundo se elevará entre 22 y 24 millones de personas, según la OIT. Los efectos se harán sentir sobre todo en los sectores del transporte y el turismo. Por su parte, la Comisión Europea en su informe de febrero estimó que en una situación de escaso crecimiento económico como la actual, una evolución al alza del petróleo podría suponer un descenso en la tasa anual de crecimiento cercano a un punto del PIB, lo que redundaría en España en una pérdida de 150.000 puestos de trabajo en el cómputo anual. Sobran, pues, los motivos sociolaborales para convocar una huelga general.

Por todo ello desde estas líneas quiero apelar a la sociedad extremeña, a los trabajadores y trabajadoras, para que el día 10 de abril den un paso al frente, en sus centros de trabajo o en la calle en las manifestaciones convocadas en las principales ciudades de la región, para decir NO A LA GUERRA, NO EN NUESTRO NOMBRE.