Los que ya vamos peinando canas recordamos, todavía con cierta nitidez, cuando llegaba la hora de dar de comer a los niños y sus padres les «metían miedo» diciéndoles que, si no se comían todo lo que tocaba, llamaban al coco (que era el hombre malo) y se los llevaba.

El «coco» o «el tío del saco», que también así se llamaba, eran los aliados de los padres para que los niños, con frecuencia inapetentes, se comieran toda la comida. ¡Y, a pesar de ser hoy una práctica antigua, obsoleta y poco recomendable, daba, entonces, resultado en la mayoría de los casos! Aunque, bien es verdad, que había algunos niños que, de ninguna manera, se comían lo que no les gustaba y acababan perdiendo el miedo y tratando al «coco» como al pito del sereno. Incluso les llegaban a decir a sus padres, con una seriedad infantil apabullante, que llamaran al coco si querían, pero que ellos no se iban a comer aquello.

Y algo de estas escenas del pasado me recuerdan a lo que tienen montado los independentistas catalanes, con Puigdemont y Torrent al frente, con la aplicación del temido «coco-155». Este coco se lo pasan Puigdemont y Torrent por el «arc de triomf», y me recuerdan a aquellos niños a quienes les importaba poco que viniera el coco o no viniera, porque ellos iban a hacer lo que les diera la real gana.

No entiendo el miedo que dicen que tienen al 155 cuando no le hacen ni puñetero caso. El 155 es un «coco debilucho», y les permite presentarse a las elecciones, aunque estén en la cárcel o huidos de la justicia. Les permite, si quieren, no colocar la bandera del país al que pertenece su comunidad autónoma cuando aparecen en actos oficiales o haciendo declaraciones institucionales. Les permite, además, colocar el catalán por delante del castellano hasta llegar a la absurdez kafkiana de tener que utilizar traductores del catalán al castellano en un país donde todos podemos hablar la misma lengua. Les permite, también, no cumplir con sus obligaciones constitucionales cuando les viene en gana, no respetando a los representantes de las instituciones del país al que pertenece su comunidad. Incluso les permite impedir que los niños y sus padres utilicen el castellano para estudiar en Cataluña. Así, ¡qué miedo van a tener al coco! Ellos cogen la cantinela de «No tinc por» y a hacer puñetas.

Por eso, todavía hoy, me parece escuchar, en catalán por supuesto, a Junqueras, Puigdemont, Torrent, y algún Jordi que otro, decirle a Rajoy: «Escolta, president, truca al 155 si vols, però nosaltres no ens mengem això».