Pablo Vioque no era un mal tipo cuando llegó a Vilagarcía de Arousa. Buen estudiante, estupendo jugador de baloncesto y balonmano, orador preciso, dialéctico implacable, seductor irresistible... El tribunal que lo juzgó para acceder a la secretaría de la Cámara de Comercio lo definió como un mirlo blanco.

Sus primeros pasos en Vilagarcía, hacia 1980, fueron arrolladores. Pronto tuvo en el bote a políticos y a empresarios. Alianza Popular, partido que ya caminaba hacia la hegemonía en Galicia, se entusiasmó con aquel joven abogado extremeño y quiso hacerlo senador. Las industrias emergentes buscaban su asesoramiento y si no se hubieran cruzado en su camino los narcotraficantes de la comarca, Pablo Vioque podría ser ahora uno de los líderes más respetados de la política gallega. Pero el dinero fácil pudo con él.

Al rebufo de políticos y empresarios, también llamaron a su puerta otros personajes menos respetables como Laureano Oubiña, Sito Miñanco o Luis Falcón ´Falconneti´. Vioque fue primero su abogado defensor, luego su asesor y, según acusa la fiscalía, terminó siendo socio de los narcotraficantes: esa relación acabó con su prometedora carrera y con sus escrúpulos. Aquel buen tipo de Cáceres que llegó hace 25 años a Galicia ha cambiado su chalé frente a la ría por una celda carcelaria y su fino maquiavelismo político por burdas vendettas.