El fallecimiento del Padre Pacífico sacudió ayer Cáceres. Poco importaba que se fuese católico o agnóstico. Las enseñanzas vitales de este cura franciscano han calado hondo en una generación de cacereños, como ayer se pudo comprobar en la web de este diario. Decenas de personas relataron sus experiencias con este sacerdote singular, que tuvo la virtud de saber hacerse querer y respetar no solo entre los convencidos, sino también entre quienes no compartían sus creencias religiosas o su forma de ver la vida. La Iglesia acostumbra en los últimos tiempos a ser noticia por sus desmanes económicos y éticos. Por eso, la unanimidad suscitada en torno a la figura del Padre Pacífico es digna de destacar. Se diría que este cura humilde ha marcado una senda. El gobierno socialista de Cáceres quiere hacerlo hijo adoptivo de la ciudad. Pero es solo un trámite, porque de facto y en el corazón de cientos de cacereños ya lo es desde hace décadas.