El movimiento pacifista debe encarar ahora una doble y dura realidad. Por un lado, es muy poco probable que de momento la agresión se detenga. Por otro, todo hace pensar en que esta guerra ilegal durará, será larga. No lo subrayamos para desalentar a nadie. Todo lo contrario: invitamos al pacifismo a adaptarse a esquemas operativos que le permitan ser duradero. Si la oposición a los belicistas aspira a continuar integrando a familias enteras, a gente mayor y a personas de todos los signos políticos, el movimiento debe ser tajante en el rechazo activo de las actitudes radicales de quienes intentan manipularlo. Por ello, hay que hacer compatible la firmeza de la protesta con la defensa del principio de que cualquier ciudad debe poder desarrollar sus actividades ordinarias sin verse perturbada por jaranas superficiales.

Pero aunque a veces sea inevitable la presencia de provocadores, deshonra que algunos intenten coartar la libertad de expresión. El delegado del Gobierno en Extremadura, Oscar Baselga, ha reconocido que en esta comunidad el civismo está imperando por encima de cualquier actitud beligerante que vaya más allá de la mera protesta. Y eso demuestra la mayoría de edad de la ciudadanía extremeña.