Después de 23 años de gobiernos de Convergencia i Unió, los catalanes experimentan por primera vez otra forma de dirigir Cataluña. Las ejecutivas del PSC y de ERC han bendecido el pacto del cambio, al que con toda seguridad se sumará Iniciativa per Cataluña. Empieza una etapa de renovación política y social llena de desafíos. Esta alternancia, largamente pospuesta, es en sí misma profundamente positiva y contribuirá a reforzar los valores de la democracia y de las instituciones de autogobierno que este país reclamó de forma masiva desde los albores de la transición.

La elección de Esquerra aleja de Cataluña el temor a una polarización, a la vasca, entre nacionalistas y no nacionalistas. Demuestra que en el panorama político catalán todos los partidos pueden encontrar puntos de contacto para sus proyectos de país y vías para el diálogo y la colaboración sin exclusiones. Llega también el momento de que CiU demuestre que puede responder con seriedad y sin concepciones patrimoniales a su nueva circunstancias de partido de oposición. El pujolismo pasa a la historia ante un nuevo presidente, Pasqual Maragall, que habrá de atender e impulsar la pluralidad que representan los tres partidos de gobierno.