Por más vueltas que le queramos dar, la tasa de paro extremeña sigue como la más alta del país. Efecto estadístico o suerte de inquinas laborales concentradas a final de año, como desde algunos ámbitos se ha venido a insinuar, lo cierto es que el desempleo regional sigue por encima del 14%, por delante de comunidades como Andalucía o Castilla-La Mancha. Y son muchas las circunstancias que explican esta situación, pero desde luego ninguna resulta coyuntural a la vista de los registros que, lamentablemente, año tras año marca nuestra región. Son precisamente aspectos estructurales de la propia economía extremeña los que inciden de forma determinante en la evolución del empleo.

Ante este escenario, y a modo de fórceps sobre el mayor o menor esfuerzo realizado hasta ahora en lo que respecta a la creación de puestos de trabajo, se hace más imperiosa que nunca la activación de un plan de empleo específico, como se viene reclamando desde Mérida a Madrid durante los últimos años. Pero, al tiempo, también se antoja imprescindible la articulación de un pacto regional que implique a todas las administraciones públicas, tanto nacional y local como autonómica, para que el paro deje de estar algún día entre las grandes preocupaciones y desvelos de los extremeños.