Escritor

Cuando inicié mi serie de colaboraciones en EL PERIODICO, me propuse con carácter general eludir los temas políticos, por dos razones fundamentalmente: por la saturación que sufre el lector en esta materia y porque, elegido el domingo para mi artículo, me parecía oportuno descargar este día de la crispación mediática ordinaria.

Ahora bien, hay asuntos que no se pueden obviar porque su interés para la región va más allá del habitual juego político.

Considero que el pacto entre el PSC y ERC después de las pasadas elecciones autonómicas en Cataluña es verdaderamente preocupante. Que nadie se llame a engaño: es indudablemente un pacto nacionalista cuyos objetivos van mucho más allá de lo que pretenden que trasluzca a la opinión general de España. No se puede negar la realidad esencial de ERC, la cual es la de un partido independentista sin paliativos; votó en su día contra la Constitución y desde 1980 viene ocupando en Cataluña el espacio propio del nacionalismo más radical, primo hermano del vasco y con planteamientos peligrosamente semejantes, que nunca ha renunciado a su ideario separatista.

Por otra parte, ya desde el año 2001 PSC viene manifestando su interés en colocar en primer plano un completo programa de mejoras en el autogobierno catalán; promoviendo un nuevo estatuto que reconozca a Cataluña como nación en un estado federal. En el preámbulo de este nuevo estatuto que proponen los socialistas catalanes se afirma que "Cataluña es una nación", la cual "forma parte de la España plural reconocida por la Constitución" y manifiesta la voluntad de los catalanes de "profundizar en el carácter federal, plurinacional, pluricultural y plurilingüístico del Estado español".

De todos es sabido que esta actitud política, radicalmente nacionalista, ha sido un constante foco de disensiones en el seno del PSOE y que supuso un duro tira y afloja que culminó con el logro por parte de los socialistas catalanes de conseguir el compromiso del PSOE para la primera reforma constitucional seria, la del Senado.

Resulta curioso cómo poco después el presidente del PSC y candidato a la presidencia del nuevo autogobierno, Pascual Maragall, se lanzó a proclamar a los cuatro vientos la reivindicación de que se forme una euro-región , fundamentalmente económica, que se corresponda con las que integraban la antigua Corona de Aragón más la región del Languedoc-Roussillón y el Midi-Pyrinées; afirmando que esto no debía chirriar con el resto de España, por estar en línea con las prioridades de la UE.

¡Maravilloso!, los ricos abandonan la casa. ¿Y nosotros qué? Resulta que esas regiones, privilegiadas durante años por los diversos gobiernos nacionales, aprovechándose del esfuerzo de toda la nación, con centenares de miles de trabajadores extremeños, andaluces y castellano-manchegos, ahora deciden unilateralmente crearse un espacio propio para mantener su régimen superior al del resto de las regiones. Así es la solidaridad del nacionalismo; así creen en el principio de subsidiariedad y en la necesaria evolución del conjunto del Estado.

Las propuestas a favor del nuevo pacto fiscal para Cataluña y las reiteraciones hacia la fórmula federal, abiertamente autodeterministas, muestran la falta de sentido general y el egoísmo sumo. Ahora venderán una enseñanza sesgada que reinterprete la Historia y las Humanidades y el ataque a los proyectos conjuntos (Plan Hidrológico, por ejemplo). La puerta al infinito está abierta. ¿En qué acabará todo esto? Pobre Extremadura; siempre a merced de los redomados egoístas, de los interesados y de los insolidarios. Nuestro ser universalista y generoso no terminará nunca de comprender este mundo hecho para los exclusivistas.