Notario

Durante la campaña electoral catalana ha aflorado alguna referencia al pacto de San Sebastián, que precedió y contribuyó a la proclamación de la Segunda República. Ha sido como respuesta a las constantes descalificaciones, surgidas desde las filas de CiU, en el sentido de que los socialistas catalanes no son más que un mero apéndice del PSOE, por lo que carecen de autonomía para sacar adelante una reforma estatutaria. "No hay que fiarse de la izquierda española, que es centralista y asimilista". Este ha sido el mensaje, en cuya difusión ha destacado Duran Lleida, quien ha hecho gala de su proverbial desahogo. Un profesional.

Pero las cosas no son así. El movimiento regeneracionista que surgió en España a fines del siglo XIX tuvo dos manifestaciones paralelas. Una fue el regeneracionismo social, que --vertebrado ideológicamente por gentes de la Institución Libre de Enseñanza-- se proyectó a través del PSOE. La otra fue el regeneracionismo político, que --fruto de la confluencia de diversos factores-- se encarnó en el movimiento catalanista. De ahí que sea fácil rastrear, en el siglo XX, las ocasiones en que la izquierda española y los catalanistas actuaron unidos por idéntica voluntad de reforma. Una de estas ocasiones fue el pacto de San Sebastián, suscrito en agosto de 1930 por republicanos catalanes y castellanos, con el fin de sumar esfuerzos para derrocar a la monarquía, a cambio de que la república reconociese a Cataluña su autonomía. Lo firmaron, entre otros, Azaña, Alcalá-Zamora, Prieto, Carrasco Formiguera y Aguadé. Estos son los hechos. Y una pregunta surge inevitable: ¿Cuándo y en qué ocasión han alcanzado las derechas un pacto de análogo contenido y pareja trascendencia?