La pasada semana el Congreso de los Diputados, con amplia mayoría, aprobó el primer ‘Pacto contra la violencia de género’. Una vez que el legislativo ha hecho su trabajo, toca al ejecutivo poner en marcha las medidas y el desarrollo de lo que se ha aprobado. Todo se inició con el trabajo de la subcomisión del congreso hace meses creada a los efectos, para luego elevarlo a la Comisión de Igualdad y luego al pleno.

Que decir tiene que se trata de una imperiosa necesidad para, como sociedad, atajar una lacra, que está matando a mujeres (madres, hijas, abuelas, nietas) y está haciendo sucumbir a muchas chicas en el paradigma de mujer sometida, frente a todo tipo de acosos. Los datos, según los expertos, señalan que cada vez más hay una violencia más soterrada en la población adolescente. Como si esta sociedad, que puede resultar en algunos comportamientos machista, encerrara episodios nuevos de generación de falta de autoestima de la mujer, y de concepto de propiedad por parte de algunos hombres, en ese título macabro de «la maté porque era mía».

Según lo aprobado se tratan de doscientas trece medidas, con las que se tratan de hacer frente a un problema que nos afecta a todos, por lo que significa de violencia hacia las mujeres y sobre todo, y además, a la afectación de hijos y familia.

Demasiadas veces los medios de comunicación recogen en sus crónicas esos asesinatos, tan alevosos, como cobardes quienes los comenten. Esta sociedad no puede seguir siendo pacífica frente a este tipo de hechos criminales, y visualizarlos, bajo una apariencia de normalidad, que no puede ser aceptable, cuando todo ello está basado en el género. Especialmente, porque se supone que este país ya cambió, y la condición de la mujer dejó de ser sujeto indirecto, a sujeto activo y principal.

Resulta chocante, según los datos que nos proporcionan los expertos, en relación a la inouculación de comportamientos entre los más jóvenes, de situaciones machistas, que algunos denominan micro machismo, en todo lo que tiene que ver con su relacionamiento y el sometimiento de las chicas frente a los chicos.

Es un problema grave que tiene que ver con la educación, que estar atenta la propia sociedad, con habilitar medios para que estas medidas puedan ser puestas en marcha de forma inmediata. Porque en el papel está bien, y el consenso es positivo, pero si se sigue matando a mujeres y la violencia se sigue generando, como un espasmo en esta sociedad no habremos logrado nada; sólo la firma de una rúbrica y ya está.

Debieran ser fundamentales todas las medidas que tienen que ver con el sistema judicial, con hacer sentir a la mujer tan segura, que denunciar además de lo lógico, es la apuesta por su seguridad. De ahí, una de las medidas interesantes de poder dispensar a la mujer de declarar frente a su agresor en el juicio.

Lo importante, sería, y bajo las connotaciones que todo plan tiene, que se pongan todos los medios económicos, y que se arbitren las alianzas necesarias entre todas las administraciones públicas para que este Plan no sea un mero papel, sino el verdadero compromiso de toda una sociedad para proteger a unas víctimas, y erradicar todo tipo de comportamientos que denotan la palpitación de una violencia, tan incomprensible como aquella que mata a las mujeres, ya sean madres, hijas, abuelas o nietas, por el mero hecho de proceder sobre ellas, desde un concepto privatista y de dominio de un ser humano, para con otro ser humano. Hecho este que merece el mayor de los reproches, y la mayor de las beligerancias. Sobre esto no hay que minimizar ni comentarios, ni comportamientos. Ni siquiera frivolizar con cómodos chistes sobre el papel de la mujer en nuestra sociedad.