Parece que al fin los políticos se han dado cuenta de que la Educación en nuestro país hace aguas por todos lados, el fracaso escolar y la tasa de abandono temprano son alarmantes, Lisboa cada vez está más lejos y con serios avisos de la OCDE sobre la pésima situación de nuestro sistema educativo, o mejor dicho de nuestros alumnos, en comparación con nuestros vecinos europeos y algunos continentales.

Nuestro ministro de Educación anuncia a bombo y platillo que un pacto educativo es posible, Cospedal hace lo propio y todos aplaudimos la buena sintonía existente- hasta el 27 de enero. Si todo marcha según lo previsto, el 15 de enero se remitirá un texto base de principio de acuerdo sobre el que trabajar y consensuar el próximo 27 de enero una vez revisado por consejeros y PP. A partir de ese día podremos realmente comprobar si dicho pacto es posible.

No será sencillo ni mucho menos agradable para nuestro ministro volver la vista atrás y tirar de las orejas a sus compañeros de partido por el fracaso estrepitoso de la LOGSE y su continuación light , la LOE. Para ello y por primera vez, el PSOE necesita del PP y el PP lo sabe. Gabilondo no puede hundir el buque insignia de sus compañeros socialistas así como así, delante de todos los españoles, necesita una excusa para poder enmendar los desaguisados logsianos y para ello se valdrá del PP, concretamente de Cospedal, Gabilondo que antes de cocinero fue pinche sabe de esto y sabe que en educación la propuesta del PP, aún siendo más impopular, solucionaría muchos de nuestros agujeros negros.

Gabilondo nos venderá su reforma educativa como concesiones necesarias para llegar a un acuerdo con el PP cuando en verdad lo que hará será poner sensatez en nuestro sistema educativo sin molestar a propios y extraños y aún así está por ver que lo consigan ambos, tanto Gabilondo como Cospedal.

Al parecer el primer escollo radica precisamente en el origen, el artículo 27 de la Constitución y lo que cada cual entiende como libertad de elección de centros o mejor dicho de educación, ahí es nada. Si salvamos dicho escollo, el 27 de enero habrá fumata blanca, en caso contrario habrá que esperar al más desastroso de los resultados académicos posibles para que el pacto educativo vea la luz más por necesidad que por voluntad.

El momento es el idóneo por varios motivos, el primero es que una vez fracasados los objetivos de Lisboa y trabajando para la estrategia del 2020 sería un buen comienzo tanto para España como para la tranquilidad de estados miembros que transmitamos la sensación de unidad frente a temas importantes y de calado, durante nuestra presidencia en la UE. El segundo es el prometido Estatuto de la Función Pública Docente, por ahora parado y que tras el pacto podría ver la luz.