El Pacto Antiterrorista fue una propuesta de José Luis Rodríguez Zapatero para ocupar un espacio en la política española cuando José María Aznar trataba de aislarlo utilizando una pretendida ausencia de solvencia del PSOE, que estrenaba el liderazgo del joven y desconocido diputado socialista. Entonces, el secretario general del PSOE ofreció al Gobierno del PP la tranquilidad de que la política antiterrorista no sería utilizada como elemento de agresión al Gobierno. Todos sacaron provecho. Sobre todo Aznar, que pudo situar ese frente tan delicado, como es el antiterrorista, a buen recaudo de las agresiones políticas. Y José Luis Rodríguez Zapatero, que estaba siendo groseramente ninguneado, sacó ticket para el escenario público.

Hoy día no se dan las circunstancias y a lo que se demuestra sería un suicidio político que el Gobierno intentara conciliar las posiciones extremas que desde cada ángulo le ofrecen el Gobierno vasco (que no el PNV de Juan José Imaz ), ERC y el PP. Ese triángulo de amor político solo es una degeneración que impide cualquier programa de Gobierno propio.

XEN POLITICAx se puede vivir sin pactos y no tener demasiadas agresiones, pero con la condición de que se tenga un proyecto. Cada vez hay más dudas de que José Luis Rodríguez Zapatero tenga otra cosa en la cabeza que una sucesión de ocurrencias que determinan la apertura de problemas donde no los había. Sucedió con el Estatuto de Autonomía, con la memoria de nuestra guerra civil y la dictadura, con la política energética y con una concepción ingenua de la política antiterrorista.

La comparecencia del presidente solo ha confirmado su carencia de liderazgo y la ausencia de una propuesta nítida contra ETA. Y no es tan difícil elaborarla porque está en las manuales: toda la energía del Estado para perseguir el terrorismo, la utilización de la política para cerrar espacios al crecimiento de los apoyos sociales a ETA y la cooperación internacional. Todo eso sin ningún síntoma de debilidad y sin ofrecer una negociación que es imposible y cuya sola enunciación facilita a ETA un impulso renovado para que crea que puede obtener rédito político de la muerte.

Esa receta bien aplicada no tiene aristas que puedan facilitar la erosión de un Gobierno. Lo que promueve más debilidad es la falta lamentable de proyectos y de solidez política. Y para ese déficit no hay pacto posible.

*Periodista