Todo indica que Rodríguez Zapatero ya ha escogido a sus parejas de baile para su segundo mandato. Y los elegidos son el PNV (6 escaños) y el Bloque Nacionalista Galego (2). Los 10 diputados de CiU contarán para más adelante, según los planes del presidente, una vez que se produzca el necesario deshielo en las relaciones de entre ambas formaciones. Queda claro que el PSOE pretende una legislatura más moderada, sin tanta dependencia de grupos como IU o ERC, que en los últimos cuatro años han hecho exigencias de corte más radical para prestar apoyo al Gobierno.

Un acuerdo con el PNV para la investidura de Zapatero tendría la ventaja de acercar al nacionalismo vasco a posiciones más centradas. Todavía sigue en pie el reto planteado por Ibarretxe de organizar una consulta soberanista a los ciudadanos vascos, un referendo que está fuera de la Constitución y que por tanto pondría a prueba a todo el engranaje político del estado. Pero Urkullu, presidente del PNV, está dispuesto a sortear esa dificultad. Ayer ya dijo que la consulta era un asunto de la institución, el Gobierno vasco, y no del partido, el PNV, en lo que cabe interpretar como un alejamiento de los tozudos planes del lendakari por parte del máximo responsable de los nacionalistas.

Un acercamiento del PNV al PSOE podría implicar también a medio plazo un giro en la política vasca, con una solución a la gallega, es decir, con un gobierno de socialistas y nacionalistas, como el que se formó en Euskadi en el periodo de más estabilidad institucional. Socialistas y nacionalistas vascos parecen hoy, pese a Ibarre- txe, condenados a entenderse.