Cerramos el año con 4,1 millones de desempleados y un Gobierno agotado a los pocos meses de su renovación . Miramos los datos del empleo, la situación de la Seguridad Social, el problema de las pensiones, los intereses de la deuda, la inversión pública y privada, la situación de las entidades financieras, los problemas de autonomías y ayuntamientos para sobrevivir o la falta de un modelo económico y social y las esperanzas son las que son: manifiestamente mejorables. Pero no hay peor remedio para salir de la crisis que instalarnos en la desesperanza, en la inacción. Es decir, lo que transmite el actual Gobierno.

Por el contrario, miren ustedes la Alemania de la denostada Angela Merkel . Afrontó la unificación de las dos Alemanias en un momento especialmente difícil, y con unas perspectivas muy negativas. Ha seguido aportando fondos para la Europa más retrasada y bate el récord de empleo con el paro más bajo en 20 años. Tiene una industria fuerte, necesita profesionales y vuelve a tirar de Europa, con un Estado armónico y que trabaja en una misma dirección. Incluso el Gobierno insta a los empresarios a subir los salarios para atraer a los 100.000 trabajadores que necesita. No es Jauja, es el resultado de una política seria. ¿No le ha afectado la crisis? ¿No podemos ser Alemania?

España, dicen, es un país de pobres y lo va a ser mucho más en el futuro inmediato. Por primera vez en muchas décadas, esta generación que se incorpora ahora al mundo laboral va a vivir peor que sus padres y va a tener salarios más bajos, si tienen la suerte de encontrar empleo. Durante décadas, la clase media ha venido ganando terreno y siendo el colchón para el crecimiento económico, para el desarrollo y también para frenar los efectos terribles del paro. Durante mucho tiempo se ha conseguido que más gente viviera mejor. Ahora se está multiplicando la distancia entre quienes viven mejor, que son muchos, y quienes no tienen para comer, que son muchos más. Es decir, una sociedad socialmente mucho más injusta. Que eso se haya producido después de seis años de gobierno de la izquierda, debería hacer reflexionar a la izquierda. Y a la derecha.

España tiene capacidad suficiente para salir de la crisis, para no ser un país de pobres ni un pobre país. Pero eso exige un programa claro y profundo de reformas y un acuerdo político y social. Los ciudadanos lo saben, aunque los políticos sigan a lo suyo y, por eso, sean contemplados como un problema y no como los que tienen que promover la solución.