TEtste es un país raro, al menos esa es la sensación que uno tiene --la verdad es que uno no viaja mucho a otros países-- cuando abre un periódico o se va webs en una mañana tonta como otros se van de copas. Y cuando hablo de raro me refiero sobre todo a que aquí se insulta mucho: insultan los políticos a los políticos, insultan algunos grupos denominados anti-sistema a la inteligencia, insultan algunos lectores en los comentarios que hacen en los periódicos digitales y en general hay como un estado de permanente crispación de forma que si a alguien se le ocurre decir oye, tú... el otro, sin esperar más salta airado: pues anda que tú... .

¿Es concebible que se pretendiera hacer en Barcelona un homenaje a una etarra cuyo gran mérito ha sido colaborar con el terrorismo para atentar en Cataluña? Una cosa es estar contra el sistema y otra bien distinta es apuntarse al bando de los asesinos. Y esto es lo más llamativo, pero en los recuadros pequeños aparecen síntomas preocupantes de por donde van las cosas.

¿Es concebible que un político del PP diga que Trinidad Jiménez debería optar a la alcaldía de Dos Hermanas y no a la de Madrid tan solo por su acento? Vale que luego pidió disculpas, pero el problema no es el arrepentimiento formal sino el pensamiento que le llevó a a escribir semejante estupidez. ¿Y qué decir del tipo ese que se pregunta por qué si se detienen a los terroristas de ETA no se detiene también al torero Jesulín ?

¿No es todo esto --y sólo cito algunas cosas de memoria pero hay cientos de ejemplos-- un enorme disparate?

Lo que cabría preguntarse es cómo hemos llegado a esta sinrazón, a este estado de permanente cabreo en el que ya si no boicotean una conferencia en una universidad, no eres nadie. Y tal vez la respuesta esté en ese dato para mí escalofriante hecho público hace unos días precisamente sobre las universidades en el mundo. Entre las doscientas mejor valoradas no hay ni una sola española. Tenemos a Nadal de número uno, a Alonso , a Contador , a la selección de fútbol, a la de baloncesto... pero ni una sola universidad merece estar no ya en le top ten , ni siquiera en el top cien, ni en el doscientos. ¿Se puede ser así una potencia mundial?

Porque no se trata solo de que nuestras universidades sean malas; eso es sólo el reflejo de todo lo que viene antes: nuestro sistema educativo que es una veleta invertebrada al albur del partido que gobierne y de la autonomía que te toque.

Pues todo eso --y unos líderes políticos de segunda regional-- son, creo, lo que nos lleva a esta falta de cultura del diálogo, a esta ausencia de reflexión, a este enfrentamiento inútil que no sólo no aporta nada sino que vacía cualquier posibilidad de contenido. En este Estado laico nos hemos tomado al pie de la letra la cita del evangelio: "el que no está conmigo, está contra mí" y, naturalmente, así nos va.