En este país nos cuesta dimitir, y no siempre los que dimiten debieran haber dimitido. Porque esto tiene mucho que ver, con la capacidad de reverberación que tienen los medios de comunicación sobre hechos y personajes.

La dimisión y la responsabilidad presumen estar en el frontispicio de la clase política. Pero en torno a esa clase política dirigente, que debe estar siempre vigilante hay todo un entramado de personas e instituciones que debieran ejercer su diligencia con total pulcritud. Porque tiene consecuencias, y es que, a veces, puede resultar fácil esquivar determinadas responsabilidades, pero no esquivar las consecuencias de esas responsabilidades.

Y eso que se lo pregunten a esas miles de personas, que en determinados momentos de la historia más reciente de nuestro país se han visto afectadas por decisiones, con consecuencias económicas graves.

Todavía, y continuará, permanece el eco del asunto Banco Popular, donde se observan graves contradicciones, entre lo que señala el Mecanismo Único de Supervisión (MUS) de la Unión Europea, que sostiene que este banco estaba en fase terminal, y lo que en sede Parlamentaria ha dicho el gobernador del Banco de España, despachando el tema como un asunto de liquidez. Que explotó, según señala en poco más de cuarenta y ocho horas.

Pero claro, habría que decir y hasta llegar a esa falta de liquidez, ¿qué estaba ocurriendo? Porque lo que parece más que evidente que la falta de liquidez viene de consecuencias de algo.

De hecho, hubo impositores que sacaron fondos, los más avezados o de información privilegiada, porque los síntomas de agotamiento y de fracaso eran claros. Y de hecho, el banco estaba en venta. Ahora ya más saludable el precio de esa venta, para el comprador, con los añadidos, claro.

Y ante todo ello nos encontramos con unos gestores sobre los que se debería pedir y accionar todo tipo de responsabilidades, y desde luego, con derivaciones, si fuera posible y demostrable en la vía penal. Porque son muchos los afectados, y entre ellos, muchos ahorradores a lo largo de su vida.

Así pues, como decía Sartre, estos personajes no son más de lo que han hecho de sí mismos. Gestores de lo ajeno, con importantes emolumentos, que no han sido capaces de mantener la honradez de su gestión, y de prever lo que hoy ha constituido un auténtico fracaso. Y una sorpresa muy peligrosa para muchos pequeños ahorradores.

Y mientras oímos, de esos máximos responsables que tienen que hacer la labor de in vigilando, que todo esto ha sido cuestión de días, que se ha tratado de algo así como un escamoteo económico, que ha cazado por sorpresa, al que debiera haberlo cazado antes. Vamos que son estos listos de los supervisores, el jefe, en este caso, del Banco de España, que tiene un trabajo que no se paga con nada, el que frivoliza con un hecho que debiera haber, sólo por ética, cuestionado el sentido de la responsabilidad de tantos y tantos que dicen supervisar el sistema económico de nuestro país, y viven a costa de ello.

Cuando les tocan, se ponen de perfil y lo que eran labor de supervisor, queda ahora de observador, algo así como un silente, de la omisión, pero claro omitiendo también uno comete errores y delitos, sin duda.

Quedará tiempo en saber lo que ha pasado, en por qué hubo gente que retiró depósitos a tiempo, por qué se compró en estos términos, si hubo información privilegiada, lo que quiebra un sistema económico libre y democrático, y pone en entredicho la sanidad del sistema monetario.

Pero aquí no se responsabiliza nadie, ya lo dijo Churchill, el precio de la grandeza es la responsabilidad. Poca grandeza, y demasiados bien ‘pagaos’.