Agosto se acaba y pronto llegará la hora de que nuestros gobernantes vuelvan a las tareas que les requiere su amor a España. Si han descansado ha sido para reemprenderlas con más fuerzas. Pero, antes, el señor Aznar tendrá que cumplir un rito anual, que es dedicarse al paisanaje en Quintanilla de Onésimo y jugar con los vecinos la acostumbrada partida de dominó.

Más que nunca, este año, ha de estar allí. Porque será el último que les visite como presidente del Gobierno, lo que en el café del pueblo le permitirá reflexionar en voz alta sobre lo deprisa que le han pasado los últimos ocho años y sobre lo mucho que recompensa servir a la Patria, sin que el desagradecimiento de los que votan a otro partido haga mella en su ánimo. La meseta castellana y el paisaje del entorno vallisoletano se prestan a estas reflexiones profundas, que son las que debieron inspirar al fascista Onésimo, que desde hace más o menos un siglo ha visto su patronímico añadido al nombre de la población.

Además, después de tantas invitaciones del presidente Bush al rancho de Texas, podría parecer que ahora se las da de menos ante los que le animaron a triunfar cuando era tan poca cosa, como Jordi Pujol en Castilla y León. Tiene mucho que contar este año en el café a los de Quintanilla: lo bien que afrontaron el tema del Prestige y los bienes que han de recaer sobre España por su apoyo a la guerra. "Y yo le dije: ´Puedes confiar en nosotros, George, que España estará siempre a tu lado´, mientras me fumaba un puro, con los pies sobre una mesita de centro que teníamos delante". Será un conversación muy interesante.