TEtn su novela El Contrato de Caín , cuenta el escritor don Eliseo García , que en Sérecac, ciudad donde transcurren la mayoría de los capítulos del libro, ocurren cosas inimaginables. Sérecac es un pequeño mundo, una invención fabulosa de la que don Eliseo se ha valido para situar a sus personajes y la miscelánea de insólitos sucesos que estos provocan. En uno de los capítulos habla don Eliseo de la evolución de las palabras, de su nacimiento y extinción. Cuenta cómo la palabra bocadillo está siendo mordida y engullida poco a poco por la palabra bocata ; cómo la palabra amigo ha dejado de acompañarnos y hemos cambiado su amistad por la de la palabra colega ; cómo algún desheredado anónimo parió sin dolor un día la palabra la guita cuando cayó en sus manos el primer billete de cien de las antiguas pesetas; cómo algún serecaceno inventó el gentilicio de los habitantes de Sérecac; cómo los serecacenos dejaron de llamar chatos a los vasos de vino y tabernas a los bares donde los sirven.

También cuenta don Eliseo que el Ayuntamiento de Sérecac convoca todos los años un concurso lingüístico para fomentar el buen gusto estético de sus habitantes con respecto a las palabras. Los serecacenos participantes eligen cada uno la palabra del diccionario que les resulte más fea. La palabra más elegida deja de ser pronunciada para siempre, muere. Es sustituida por otra más bella designada por los lingüistas de Sérecac. Cuenta don Eliseo que es un juego absurdo, pero tan arraigado a la tradición de la ciudad como otras fiestas que no tienen sentido.

Relata don Eliseo que todos los años se celebra esta grotesca convocatoria en Sérecac, pero el último año, en el que se apoya cronológicamente la novela, la palabra elegida por los serecacenos fue eutanasia, y originó bastante controversia entre ellos. Los más conservadores, que siempre se declararon contrarios a la aplicación de la eutanasia, estaban encantados de que desapareciera, porque con ella desaparecía su significado y por lo tanto nadie podía pedir su empleo. Los más progresistas, que pedían su libre elección por parte del afectado o familiares, manifestaron que era la primera vez que se elegía una palabra que no pudiera ser sustituida por otra, como por ejemplo había ocurrido el año anterior con garrapata --la palabra elegida-- que había sido sustituida por chupacan --más estética y de agradable sonoridad--, y alegaron que si se dejaba que muriese la palabra se vulnerarían las bases de la convocatoria, por lo tanto la impugnarían.

Ha contado varias veces don Eliseo que este capítulo le trajo bastantes quebraderos de cabeza, porque estuvo unos días dudando cómo resolver el entuerto que le plantearon sus personajes. Pero después de acordarse de la agonía innecesaria que tuvieron que sufrir algunos amigos suyos enfermos terminales, decidió indultar a la palabra Eutanasia .

*Pintor