La riqueza de nuestro idioma es incuestionable. Si además le añadimos educación, cortesía y sensibilidad es música. Qué demonios estará ocurriendo para que hasta el lenguaje se haya vuelto soez, grosero, ofensivo e insultante. Las palabras son arrojadizas y muy peligrosas dependiendo del uso que se les dé o cómo se interpretan si existe ambigüedad, por eso es importante que quienes se dirigen a esa supuesta masa informe que configuramos una sociedad, no solo estén formados para ello sino que tengan la habilidad de morderse la lengua a tiempo.

Desde que estrenamos la pluralidad televisiva que no existe, todo se reduce a chabacanería y diseminar el odio sin horario establecido, da igual que estés en la cocina, de viaje o en tu puesto de trabajo. La competencia es dura, hay que mejorar la cuenta de resultados para que al salir de casa cada mañana ya lleves inoculada la dosis de veneno suficiente para discutir de lo que haga falta, porque aquí, oigan, somos catedráticos en cualquier materia y que nadie se atreva a rechistar, sea en economía, política o física cuántica. El problema es que nadie había calculado las consecuencias devastadoras de la multiplicación exponencial de indocumentados perversos.

Le dan una paliza a un señor de Murcia, concejal, sobrino del presidente de esa comunidad y otro señor del PP al que se suman muchos más no pierden un segundo en señalar como culpable al partido socialista y los epítetos circulan indiscriminadamente para cualquier miembro de esa formación sin base alguna a la velocidad de la luz. Al presidente elegido democráticamente se le puede definir como amigo de terroristas, triturador de fetos, traidor a la patria o nazi, que tiene su guasa, y a toda una ministra de ofrecer una cara de película porno. El atentado sufrido por la congresista demócrata Gabrielle Giffords , también se ha justificado por el discurso agresivo del Tea Party con réplica cañí que algunos ya han bautizado como carajillo party. Representa a la más rancia extrema derecha que tensa los discursos hasta límites imprevisibles, convoca a los tertulianos más esperpénticos y las teorías más absurdas, pero tienen su audiencia. Después de varios años acostumbrando el oído a lo peor de nuestro diccionario son los políticos quienes deben de amoldarse al nuevo lenguaje hostigados por ciertos medios de comunicación cuando jamás, semejante proceder debiera haber salpicado ni a los leones del Congreso. Tanto en Murcia como en Tucson han sido perturbados quienes han cometido los delitos, posiblemente con los sesos recalentados por palabras violentas cargadas por el diablo cuando escuchaban ensimismados algún siniestro debate. Así que, a ver quién para esto. Y nos quejábamos de La COPE.