Viene la muerte tan callando. Como siempre desde el frustrado paraíso terrenal. Para probar de nuevo que siempre ha estado ahí y la impotencia humana y su grandeza. Para recordarnos lo que somos, aunque ahora, cuando más hallazgos se han encontrado para retrasarla, socialmente se la esconde, como si pudiéramos ser eternos en la tierra. Viene y sacude. Y a veces destruye y otras construye o reconstruye nuestras certezas. Y el consuelo parece imposible porque las palabras se han quedado huecas, de tanto pronunciarlas. Porque a lo mejor es mejor no decirlas y refugiarse en los recuerdos. También nos construimos a fuerza de recuerdos.

Porque pasada la vida de los que tanto quise, muertos ya muchos de aquellos a los que creía indispensables a mi lado, y lo eran, sin los cuales no imaginé posible la existencia, y lo ha sido, me doy cuenta con esperanza que de ellos no guardo ni un mal recuerdo. Todo cuanto a ellos se refiere en mi memoria, es alegre, luminoso y feliz. Y no es fantasía, ni idealización vana. Cierta es la percepción de que los mejores se van antes, y aunque sea solo eso, una percepción, porque todos al fin terminaremos yéndonos, de ellos resta solo en nuestra memoria lo que de bello y bueno tuvo su presencia.

Porque todos mis muertos queridos viven en lo que fueron, tal vez porque, como dijo el sacerdote en el funeral de mi última querida ausente, María Jesús, estaban «bañados en el amor». Pasará para su familia más cercana el hachazo dolorosísimo de su pérdida. Y luego, a todos nos quedará, como ya nos queda, su bondad, su humor, su generosidad su espontaneidad, su inteligencia. El cariño que nos dio. Su presencia viva.

«La muerte no es nada, solo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, vosotros sois vosotros. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo... La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?» Personalmente, estas palabras de un santo que también fue sabio siempre me han consolado muchísimo.