Yasir Arafat no ha sido liquidado por completo, en contra de lo que en un principio exigieron los líderes de Estados Unidos e Israel, George Bush y Ariel Sharon, respectivamente. Pero el nuevo Gobierno palestino, encabezado por Abu Mazen, cuenta con el beneplácito de Washington a condición de que declare la guerra a las organizaciones extremistas palestinas. La contrapartida de Bush es la llamada hoja de ruta , un plan que no va más allá de los acuerdos de Oslo de 1993, dinamitados por los sucesivos gobiernos israelís para rehuir el principio de "paz por territorios". Se han perdido 10 años y más de 3.000 vidas.

La desmilitarización de la Intifada es una buena idea si no desencadena una guerra civil entre palestinos, siempre que los israelís den pruebas de estar dispuestos a consentir el Estado palestino viable. En el fondo, la gran novedad de este momento es el aparente "compromiso personal" de Bush de mejorar la situación de los palestinos, la promesa que hizo como contrapeso al ataque a Irak para rebajar las frustraciones árabes. Pero ni Israel ni el lobi judío de EEUU darán la menor facilidad para que se materialice el proyecto. Estamos ante un nuevo paso en el puzle de Oriente Próximo, pero nadie sabe muy bien en qué dirección se da.