No me ha dado tiempo esta mañana, de echarle el azúcar a mi café, cuando el camarero mientras me servía mi tostada y un vasito de agua comentaba con cara de preocupación a otro cliente estas palabras: "Cuando un padre de familia no tiene para darle el pan a sus hijos hace lo que tenga que hacer. Que te lo digo yo, que ya he pasado lo mío, pero esta crisis para lo único que nos viene bien es para hacernos un poco más humanos. La otra sólo fue para unos cuantos, pero esta, amigo mío, ya se sabe, el que se ríe del vecino"...

Con lo tempranito que es, y con las ganas que me he levantado de plantarle cara a la adversidad, de no dejarme vencer por la cruda realidad, de tirar para adelante, maldita sea, otra vez la crisis ha desayunado conmigo, aunque la tostada me la he dejado entera, que se me han quitado las ganas. He arrancado mi furgoneta, he puesto música, que, ya se sabe, amansa a las fieras. Pero las frases de ese camarero son más pegadizas que el estribillo de la canción que escucho, y me digo a mí mismo: tranquilo, que solo estamos en la primera media hora de una jornada. En la cafetería, en el portal, en la plaza, en el médico, en cualquier esquina y en cualquier lugar, todo el mundo habla de lo mismo, hasta dónde vamos a llegar. Que no hay trabajo, que no hay dinero, pero hay que comer y hay que pagar. Y luego, al mediodía, escúchalos a ellos, los políticos, dando datos, unos muy oscuros, otros muy claros, cada cual a lo suyo. Y por la cabeza de muchos padres de familia rondando la desesperación, el agobio, el pan de sus hijos, pero para eso está EEUU, y la comparación, con lo lejos que está y lo cerquita que tenemos la ruina. Lástima de mi tostada, mañana me tomo el café en casa.

Rafael Llamas Jiménez **

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