Pensé que mi primera columna del 2009 iba a ir sobre alguno de los asuntos fundamentales en los que España y el resto del mundo están implicados en este comienzo de año: la explosiva situación en Oriente Próximo, la crisis económica que suma y sigue, la financiación autonómica en España, las inminentes elecciones en el País Vasco y Galicia. O el juicio que hoy comienza contra Ibarretxe y Patxi López o las tribulaciones de Rajoy para no pisar minas internas. Pues no: voy a hablarles del esmoquin de la ministra de Defensa, Carme Chacón , en la ceremonia de la Pascua Militar. Al principio me pareció que había que obviar el asunto. Que comentarlo elevaba a noticia una anécdota más del machismo que sufren las mujeres que se mueven en la esfera pública y alimentaba un debate absurdo y estéril. Pero al final me dije que quizá no haya que dar tantas cosas por supuestas y que no conviene dejar ocupar todo el espacio público a quienes todavía parecen encantados de hablar de las mujeres como si fueran maniquís. Era la primera vez que una mujer protagonizaba como ministra de Defensa una Pascua Militar en España. Era la primera vez que otra mujer, Milagros Hinojosa Pedregosa , comandante del cuerpo militar de Sanidad, recibía la Cruz de la Orden de San Hermenegildo, que reconoce la constancia en el trabajo de 20 años de carrera. Era la primera vez que la Casa Real impedía el acceso de los periodistas a esta ceremonia. Defensa se enfrenta a un año de austeridad económica por la crisis, y tenemos militares españoles en varias zonas calientes del planeta. Pues aquí nos tienen: debatiendo si el esmoquin femenino --que se diseñó en los años 60 interpretando los cambios sociales que introdujo el feminismo-- es una prenda de etiqueta o solo puede dársele esta consideración al esmoquin masculino. Qué ingenuas somos las hijas de las madres que consiguieron la igualdad formal. Pensábamos que nosotras teníamos que pelear la igualdad en los consejos de administración, y resulta que todavía tenemos que pelearla en los fondos de armario.