Hace poco asistimos a la presentación del embrión de la Ley de Educación de Extremadura y las Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TICs) siguen siendo una de sus señas de identidad; en su corta historia cuentan con forofos y detractores: para unos la apuesta es desmesurada, un despilfarro propio de nuevos ricos que creen que dinero y cacharros se resuelve todo, para otros, por primera vez, se pone el carro antes que los bueyes, recursos para lograr sueños, cuántas buenas intenciones educativas han acabado agostándose por falta de riego económico.

Es momento de plantearse el ¿por qué y para qué?, alguien dijo que un correcto planteamiento del problema es parte de su solución; pero éste, además tiene nudo y desenlace; aquellos que nos preceden han ofrecido muchas claves si realmente queremos una educación del siglo XXI. El problema no es sólo de recursos, o de cualificación de los profesores, o de pérdida de tiempo de los alumnos... a mi juicio hay un grave problema de perspectiva, si cambiamos el enfoque con el que abordamos el proceso de enseñanza-aprendizaje tendremos mucho ganado.

Las TICs deben estar en nuestro sistema educativo porque son las herramientas que nuestros alumnos necesitan para enfrentarse a la nueva Sociedad del Conocimiento en la que van a vivir. Digo herramientas, las TICs no deben ser sólo un fin en sí mismas: en el coche que uso, lo que necesito es saber dónde voy, no necesariamente conocer su mecánica. Los alumnos pueden manejar aparatos digitales, pero sólo los profesores saben dónde puede llevarles ese coche.

Pretender ahora que el mayor problema de la educación es que los profesores transmitan información y los alumnos la acumulen en un mundo, como el actual, en el que estamos inundados de información es, como poco, ingenuo. Hace años, como profesor, comprendí que no necesitamos jóvenes que sustituyan a las fotocopiadoras; sin embargo, muchas veces, los alumnos con mayor éxito educativo son los que mejor repiten en el examen las explicaciones del maestro o del libro. A fecha de hoy, mi hijo de 8 años y yo, tenemos el mismo acceso a la información, basta con que ambos tecleemos en el buscador la duda en forma de palabra, e internet nos dará a ambos un sinfín de respuestas; aún, temo que por poco tiempo, yo llego antes que él a la respuesta buscada; es más, puede que él sin querer acabe colgado de una extraña página que persigue los fines más insospechados. Entonces, ¿qué debe aprender mi hijo? para desenvolverse en un futuro donde el problema no es el acceso a la información sino saber desenvolverse entre ella. Lo veremos otro día.

XCADA GENERACIONx hereda el saber acumulado, pero se debe enfrentar a problemas nuevos. Nosotros, hijos del XX debemos alumbrar la escuela del XXI, nuestros alumnos vivirán en la sociedad de la información, y más vale que hagamos bien esta tarea, en sus manos están nuestras pensiones, entre ellos están quienes encontrarán alternativa al petróleo o curarán nuestras enfermedades seniles.

Para algunos la escuela del siglo XX es la escuela de la Revolución Industrial, simplificando mucho diremos que preparó para la industrialización: esto es, mano de obra repetitiva para las fábricas y comportamientos urbanos para gentes procedentes de la cultura rural. Afortunadamente siempre se primó a una minoría que, muchas veces contra el sistema (¿fue Einstein un fracasado escolar?), nos ha llevado a los mayores niveles de progreso que el hombre ha gozado nunca.

Ni España ni Extremadura basan su economía en las innovaciones, en frutos de la sociedad de la información; por el contrario en estos días asistimos a constantes cierres de fábricas que, ya antes de la crisis, trasladan su producción a países más baratos.

Por ello, es importante definir con claridad qué tipo de formación queremos para nuestros jóvenes y, sobre todo, organizar la enseñanza y aprendizaje de acuerdo con estos planteamientos. Europa está ya trabajando en esta ecuación desde que Jacques Delors se planteara ¿Qué deben saber los alumnos para enfrentarse con éxito a los retos de la nueva sociedad del conocimiento? Como respuesta surgieron las competencias básicas.

En España, la LOE (2006) aborda los nuevos retos: educación de calidad para todos, necesidad de que toda la comunidad educativa colabore y compromiso con los objetivos de la UE convertirse en la economía basada en el conocimiento, capaz de lograr un crecimiento económico sostenido. Desde Extremadura debemos seguir avanzando.

Los nuevos analfabetos serán quienes no sepan usar TICs, presentes en todos los ámbitos del futuro; pero los nuevos analfabetos funcionales serán quienes no sean capaces de usarlas para producir. Un primer reto, ¿qué deben aprender? Rayuela, aún en pañales, ha demostrado que las TICs no son solo una buena herramienta de gestión, sino también un instrumento para que padres y profesores sumen esfuerzos.

La LE Ex puede ser una buena oportunidad.