Esto es el colmo. Resulta que el juez Baltasar Garzón ha sido puesto en el banquillo de los acusados por el franquismo. ¿Una paradoja? ¿Una parábola siniestra? ¿Una metáfora de una transición enclenque y asimétrica? Tengo la convicción de que los españoles seguimos en plena transición. Creo que después de aquel ya lejano acuerdo entre todos los partidos políticos (los pactos de la Moncloa), modélico en su momento, no ha habido progresos esenciales. Por ejemplo, es imprescindible deslegitimar e ilegalizar la sublevación militar de 1936, que provocó la guerra civil, y todo lo que ocurrió en los 40 años del régimen criminal de Franco. Sé que el traje democrático con que se han vestido los herederos del franquismo les queda cada vez más ancho; se les ha deshilachado y deja al descubierto sus ya inocultables miserias. Y sé también que sin el pacto con esa otra parte de la sociedad española no se podrá dar validez a la definitiva condena del franquismo. Se apela siempre a la pueril falacia de que hay que echar un manto de olvido por la convivencia armónica de todos los españoles. ¡Patrañas! Hay ríos de tinta que sostienen razonablemente lo contrario. Y, por último, cuando se argumenta la imposibilidad de revisar el pasado por la vigente ley de amnistía se incurre en otra falacia. Estamos ante crímenes de lesa humanidad --los que investiga Garzón--, que no prescriben y contra los que no cabe esgrimir legislación nacional alguna de un país que se tenga por democrático. Se debe ir contra esa ley declarándola inconstitucional. Si el texto de la Constitución establece un marco tal que impida declarar inconstitucional una norma de esas características, pues habría que cambiar esa Constitución.

Laureano López **

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