WEwl presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra , utilizó la tribuna del acto institucional del Día de Extremadura para echar un rapapolvo --les llamó cicateros-- a los ciudadanos que expresan críticas a la realidad de la región. Vino a decir que quienes lo hacen "dañan" a la marca Extremadura . Se tratade un discurso sorprendente. Máxime cuando lo pronuncia un dirigente cuya legitimidad procede de los apoyos de unos ciudadanos libres cuya libertad deviene del hecho de que, aunque lo apoyan, podrían no hacerlo; aunque alaben su gestión podrían, con el mismo derecho, criticarle y retirarle el crédito. Sorprendente porque en una democracia es física y metafísicamente imposible no ejercer la crítica. Porque la democracia es la crítica. Porque sin crítica no hay democracia.

¿Qué es lo que quería decir el presidente de la Junta cuando se preguntaba sobre cuántas empresas dejaban de instalarse en la región por el "discurso negativo" que transmiten los que critican la realidad extremeña; o sobre cuántos jóvenes se iban a otras universidades o no venían a la de Extremadura "porque oyendo hablar a algunos se tiene la impresión de que la nuestra no sirve para nada"? Lo que quería decir es que el silencio --lógicamente el silencio de la crítica; no el silencio en la alabanza-- es concebido por el jefe del Ejecutivo autonómico como un servicio público. Es decir, callar es bueno para Extremadura según Rodríguez Ibarra; conviene a Extremadura que no se hable de la necesidad de la mejora de la Universidad; de las dificultades del sistema educativo (señalar que el fracaso escolar es de los más altos de España debe ser algo así como una traición a la región); hablar de que aquí el paro es el más alto de nuestro país es ¿mentir?, porque en realidad, como dijo en el discurso del miércoles, "el paro es ficticio". Conviene a Extremadura --¿a Extremadura o a él?-- que se instale aquí una especie de paraíso informativo en el que la falta de oportunidades o la dificultad para encontrar empleo sean recibidas por quienes las sufren y por quienes las conocen con una sonrisa, con una alabanza para no "dañar" a la marca Extremadura .

Es sorprendente la posición defendida por el presidente de la Junta porque él mismo --y con todo el derecho del mundo, faltaría más, pero es el mismo derecho que asiste al resto de los ciudadanos-- bien que ejerce la crítica cuando lo cree necesario. ¿Qué le parecería que Rodríguez Zapatero le llamara públicamente cicatero cuando habla, por ejemplo, de las tensiones nacionalistas? ¿Entendería que le echara en cara que, con sus críticas a la situación política española, está "dañando" a la marca España , porque al oírle los empresarios extranjeros o los millones de turistas que nos visitan podrían dudar de invertir aquí o temieran que sus vacaciones pudieran echarse a perder por el clima que generan esas tensiones nacionalistas? ¿Sería legítimo que el presidente del Gobierno le criticara por no callar? ¿O consideraría que comete un abuso por su parte, un inadmisible intento de retirarle su derecho a hablar?