TEtn una charla con unos compañeros pergueñamos unos apuntes que demostraran que, además de para poner en valor unos principios, la Historia era útil. Del mismo modo abundamos en el desconocimiento de nuestra realidad más cercana y en cómo debería ser preciso incrementar el número de cursos o sesiones de formación para divulgarla y que la gente pueda pronunciarse con propiedad. Más que nunca ahora donde, amparándonos en la libertad de expresión y opinión se vierten comentarios en las redes sociales sin el más mínimo rigor científico y de los que, pese a las argumentaciones objetivas no somos capaces de salir, en numerosas ocasiones, de la descalificación perenne.

Por esa razón me gusta establecer paralelismos entre situaciones vividas hace años con el entorno más próximo. Pongamos algunos ejemplos: hace unos días el debate se aceleraba de forma inusitada alrededor de la increíble subida de la factura de la luz, el tarifazo . El sobresalto era mayúsculo pues comprobábamos que una situación de enorme crisis económica iba a contribuir aún más a acentuar el desequilibrio de las economías domésticas mas modestas. Es lo que hemos dado en denominar "pobreza energética" y que está posibilitando que miles de hogares pasen, literalmente, frío. Antes, sucedía algo similar: con casos como una simple subida de los productos básicos, como el pan, un estado de desempleo sin coberturas sociales o las meras condiciones meteorológicas (recordemos sitios como en Extremadura con una dependencia absoluta del campo, donde el día que no se trabajaba, no se comía y por lo tanto, si por ejemplo, llovía, te condenaban ese día a quedarte sin jornal). Pues bien, estas economías, entonces prácticamente de subsistencia (y ahora, en ocasiones, encaminadas a ellas) sufrían de manera extraordinaria estos embates ocasionales.

Otra muestra de lo que venimos diciendo es el papel de nuestros mayores. Hoy en día, los pensionistas, aunque dentro de unos años pueda parecer surrealista (o si alguien viajara en el tiempo desde atrás, pensaría lo mismo) colaboran en el mantenimiento del nivel de vida de sus hijos y nietos. Antes, sin embargo, eran los propios padres los que tenían que sacar a sus hijos de la escuela para ponerlos a trabajar y contribuir con sus pequeños salarios a unos ingresos familiares muy deteriorados.

XFINALMENTEx estos días estamos asistiendo a la solidaridad de papel de los mensajes ocurrentes del Jefe del Estado desde Zarzuela o los de la Moncloa del Presidente del Gobierno (con su acólito en la Plaza del Rastro de Mérida). Antes la solidaridad se alejaba de los discursos para hacerse realidad por medio de "cajas de resistencia" o de los llamados "socorros mutuos" que organizaban los trabajadores para atender las necesidades más perentorias de sus semejantes. Bueno, antes y ahora: lo último lo vivimos en Baleares donde una huelga de profesores se pudo mantener en el tiempo, gracias precisamente a la puesta en práctica de este método de sus predecesores. Ah, la utilidad de la Historia.