TAtnita trabajaba de dependienta en una pequeña librería situada en un bulevar del centro de una gran ciudad. Era una joven menuda y pizpireta, muy desenvuelta para la venta. Había abandonado los estudios al terminar el segundo curso de bachillerato porque un amigo de su padre, que era taxista y tenía la parada frente a la librería, le había dicho que el dueño del establecimiento estaba buscando una dependienta. Así fue como Anita comenzó a trabajar entre libros. Y los libros abrieron sus hojas para Anita de una manera más seductora a como lo hicieran en el instituto, y la convirtieron en una lectora voraz que a escondidas escribía versos. Anita se hizo novia de Santi , un joven estudiante de Derecho que asomaba por la librería de vez en cuando para ojear novedades. Cuando llegaba la primavera, antes de abrir la librería por la tarde, ambos solían sentarse en un banco del bulevar e intercambiaban sus deseos y algún beso.

Un día vieron una pareja de ancianos octogenarios paseando por el bulevar cogidos de la mano. El era bastante alto y delgado, tenía el pelo plateado y algo largo, andaba con cierta torpeza, como si a veces sus piernas no le respondieran. Ella era bajita, regordeta y de piel sonrosada, su cráneo estaba cubierto por una cabellera canosa y alopécica, y siempre llevaba gafas de sol. Los días sucesivos Anita y Santi volvieron a verlos andando por el bulevar, aprovechando el tibio sol de marzo. Las manos de los dos ancianos se ensamblaban una a la otra formando una sola mano, un único amasijo de dedos que se aferraban los unos a los otros para que nadie pudiera separarlos. Anita y Santi concluyeron que ella debía ser ciega, y por eso llevaba gafas de sol, y él la guiaba, aunque fuera a pasos torpes, agarrándola cariñosamente de la mano.

Una tarde que Anita cruzaba sola el bulevar los vio dando su paseo como de costumbre y se dio cuenta de que a él se le había caído del bolsillo de su abrigo algo al suelo, era el estuche de unas gafas. Anita enseguida lo cogió y se lo quiso dar al anciano, pero la mujer le dijo: "No hija, dámelo a mí, él ha olvidado que sus manos sirven para coger otras cosas aparte de mis manos, tiene la enfermedad de Alzheimer". En ese momento a Anita le vino a la mente una frase que había leído hacía poco en un libro: "El amor es el contacto de dos egoísmos". Al autor se le había olvidado incluir las palabras no siempre .

*Pintor