Hoy es un día histórico para Europa. Y aunque la frase seguramente ya esté manida, no deja de ser cierta ya que el futuro de la Unión está en manos de los franceses.

Las elecciones presidenciales de este domingo se presentan como las más imprevisibles en décadas, con cinco candidatos en posición de posible victoria: François Fillon, Emmanuel Macron, Benoît Hamon, Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen.

El primero, de centro-derecha y el más apreciado por el llamado establishment, acarrea ya consigo los problemas judiciales de su esposa por supuesta malversación, lo que deja su campaña en pro de la austeridad y la honestidad en tela de juicio.

Macron, de centro, ha sido la gran revelación. Un candidato joven y carismático con ganas de renovación, al estilo del primigenio Albert Rivera, que al igual que Ciudadanos puede quedarse más en la expectativa que en la realidad de las urnas.

Hamon es el candidato socialista, al que la larga sombra de la gestión de Hollande resta expectativas.

Y es en Mélenchon y Le Pen donde Bruselas contiene la respiración. Porque el candidato de Francia Rebelde aboga por un referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea y ataca la globalización con la misma virulencia que su rival al otro extremo del espectro político, Marine Le Pen.

Cuando se evoca la política francesa, la de la «libertad, igualdad y fraternidad», la del poderoso cuadro de Delacroix con La libertad guiando al pueblo y se compara con el ascenso de Le Pen, una se pregunta si los galos han sufrido una radical transformación o es que en realidad esos valores siempre estuvieron restringidos a los nacionales.

Nadie hubiera soñado hace unos años que Marine Le Pen, el rostro amable de la extrema derecha, fuera a tener posibilidades reales de ocupar el Eliseo. Pero la lideresa del Frente Nacional ha sabido recoger los frutos del descontento ciudadano en estos tiempos de crisis y cosechar el nacionalismo y la xenofobia como remedios. Acierta Le Pen en criticar las desigualdades que la globalización ha ensanchado. Pero qué curioso que en lugar de apuntar a los que de ellas se benefician ataque a las pobres gentes que precisamente han quedado marginadas de todo bienestar.