El paro de transportistas se consolida y se extiende, pero la afectación sobre los usuarios es moderada. Las gasolineras no han recuperado la normalidad, pero las medidas adoptadas por las autoridades para garantizar que los camiones cisterna puedan llegar a ellas, aunque sea bajo protección policial, empezaron a dejarse notar, por fortuna. Aunque los efectos del desabastecimiento se mantuvieron en los combustibles de mayor consumo, como el gasóleo, y los conductores se lanzaron a repostar aunque tuvieran el depósito medio lleno.

Las consecuencias negativas sobre la distribución de alimentos frescos llegaron a algunos comercios minoristas y supermercados. La mayoría de las pescaderías extremeñas se quedaron ayer sin género y la situación no se recuperará mientras dure la huelga y el Gobierno no garantice con la policía la llegada de los camiones de suministro. La leche y la fruta comienzan a escasear, al igual que la carne. Por el momento, el factor positivo es que los consumidores no se han lanzado a acaparar productos de primera necesidad, lo que solo favorece a los especuladores

Lamentablemente, el paro se cobró ayer su primera víctima mortal. Un miembro de un piquete murió al ser arrollado por un furgón que trataba de interceptar en Granada. Los sabotajes y agresiones a quienes libremente no querían secundar el paro y los inaceptables cortes de carreteras, autopistas, pasos fronterizos, puertos y centros de distribución continuaron. Por no tratarse de una huelga de asalariados, sino de un paro de autopatronos, no rige la legislación habitual: ni servicios mínimos, ni preavisos, ni nada, por lo que el conflicto deriva, lamentablemente, en un problema de orden público. Con todas sus consecuencias.